ADAPTACIÓN "TODA CLASE DE PIELES"
En un país muy muy lejano vivía un rey y una reina. La reina
era la mujer más guapa del mundo, parecía una muñeca de porcelana, tenía un
cabello largo y rubio, unos ojos verdes y una piel blanquecina. Para el rey su
mujer era la más buena de todo el reino, pero para ser completamente felices
les faltaba una cosa, un bebé. En todos
los reinos lo que siempre desean tener es un niño, pero en este reino les daba
igual si fuera niño o niña, ellos con tal de tener un hijo para poder dejarle
la descendencia les bastaba. Pero en esto reino pasó algo diferente, en el
momento del nacimiento se dieron cuenta de que era una niña, y las personas de
los demás reinos al enterarse de esta noticia se asuntaron, porque era algo que
desde hace miles de años no pasaba y era algo que no estaba muy bien visto. Pero
al ver que los reyes estaban muy felices con su hija empezaron a ir cambiando
de opinión, y cada vez se veía con mejores ojos. La niña era tan bella como su madre.
Fueron pasando los años y la reina estaba cada vez más mayor y más bella.
Cuando la niña cumplió los 16 años su padre le dijo que tenía
que ir buscando a un príncipe para casarse y que lo eligiera bien porque sería
la persona con la que iba a cuidar el reino cuando ellos nos estuvieran. En el
palacio se enteraron de la noticia y empezaron a organizar una fiesta por todo
lo alto donde iban a asistir todos los príncipes de todos los reinos vecinos. Alexandra,
que así es como se llamaba la princesa fue conociendo uno a uno a todos los príncipes
y bailo con ellos, pero nada a la princesa no le convenció ninguno.
Pasaban los días y la princesa estaba cada vez mas preocupada
porque no entendía como podía ser que no le gustara ninguno de los noventa príncipes que fueron a esa fiesta tan
deseada. Y día a día empezaba a pensar y pensar a comerse la cabeza porque ella
estaba convencida de que por lo menos uno le gusto. A la mañana siguiente
Alexandra se levantó y le propuso a las doncellas del Palacio ir a pasear por los
alrededores del pueblo; Alexandra iba tranquilamente y fijándose con detalle en
cada uno de los hombres que veía y se cruzaba por la calle y a su vez, iba
pensando quien podía haber sido el que ella pensaba que le pudo llamar la atención
aquel día. De repente, se resbaló porque estaba la acera mojada debido a que
una señora estaba regando las plantas, y de pronto, la persona que le ayuda a
levantarse, y entonces las miradas se cruzaron y sintieron que los dos estaban hechos
el uno para el otro; fue un flechazo, el tiempo se paró, se quedaron sin
aliento. Pero Alexandra le dio las gracias y siguió su ruta. Pero ahora era
otra persona ya había cumplido con sus expectativas y por fin se dio cuenta de
que dé con quien quería estar el resto de sus vidas.
A medida que pasaban los días a Alexandra se le hacían más duras las semanas, los días, sentía como que el tiempo no pasaba porque no paraba de pensar en ese apuesto hombre que por cierto no os he dicho como es a la princesa según lo que pudo apreciar le pareció que era moreno, con ojos verdes, alto, atractivo y muy apuesto. Esto último le gustaba mucho a ella.
Cada vez quedaba menos para que la princesa cumpliera los 18
años y se convirtiera en toda una señorita mayor de edad, pero lo que le
preocupaba a ella es que todavía no había elegido a su príncipe. Los reyes visto
lo visto la propusieron hacer una fiesta de nuevo, pero ella sólo quería
casarse con ese chico que conoció en la calle. Sus padres pensaban que su hija
les estaba tomando el pelo porque no podían entender que su hija quisiera
casarse con un campesino, eso era algo impensable y pensaban que estaba loca.
Por lo tanto, su padre decidió invitar a determinados príncipes que por supuesto, él iba a elegir para su hija. Alexandra triste, cabizbaja se fue a su habitación a llorar y no entendía las palabras que le había dicho su padre. Alexandra se sentó en el poyete de la ventana y de repente vio que había un chico muy apuesto dando vueltas por el jardín como sin ningún rumbo a donde ir, y ella emocionada le volvió la sonrisa a la cara porque estaba completamente convencida de que ese chico iba a ser el que él ayudó ese día.
Alexandra decidió pedirle a su padre varios vestidos muy difíciles
de hacer con el fin de atrasar el enlace.
“Un vestido tan dorado como el sol”
“Un vestido tan plateado como la luna”
“Un vestido tan brillante como las estrellas”
Su padre pensó si eso es lo que realmente quiere mi hija y
con eso va a ser feliz que lo haría. En unos pocos días los vestidos ya estaban
preparados debido a la cantidad de personal que había en el palacio desde los
consejeros hasta las doncellas. Pero Alexandra no se conformó sólo con esto que
pidió algo mucho más complicado quería un abrigo largo con las pieles de todos
y cada uno de los animales del mundo. Su padre la dijo que eso iba a ser un
poco feo y ella le dijo que no que sería algo único y original que solamente
ella lo tendría.
Alexandra dolida por no poder casarse con quien ella mas quería,
cogió su bolsa metió los tres vestidos se puso su abrigo de pieles y se fue al
bosque. Estuvo desaparecida varios días pero una mañana unos cazadores la cogieron y se la llevaron al palacio donde
ellos trabajaban. Los reyes al ver que su hija no venia y seguía sin dar señales
decidieron poner un aviso de que su hija había desaparecido.
Alexandra en ese Palacio al principio estaba un poco rara e incómoda
porque nada era igual a como vivía ella en su palacio. Las doncellas la
acompañaron a su cuarto y de pronto ella salió de la habitación para investigar
y ver cómo era aquello se encontró con Christian, un hombre muy guapo y también
estaba buscando y esperando a una chica guapa con la que contraer matrimonio.
A medida que lo días pasaban Alexandra era cada vez más feliz
pero eso si siempre estaba con el abrigo de pieles puesto para así no poder ser
reconocida por nadie. Se dedico hacer
trabajos que en su casa en ningún momento se planteó y ni si quiera se le
pasaron por la cabeza, ¿Por qué como una princesa va hacer las tareas de la
casa? En el Palacio se organizó una
fiesta y claro Alexandra que le encantan las fiestas no pudo resistirse dejó
todo lo que estaba haciendo y se puso uno de los tres vestidos que ella le pidió
a su padre que la hiciera y el vestido que se puso fue el vestido tan plateado
como la luna y bajo al principal salón de las celebraciones. En ese reino nadie
conocía su identidad ya que siempre iba con el abrigo y la caperuza puesta aquí
todo el mundo la conocía con el nombre de “toda clase de pieles”.
Toda clase de pieles sin pensárselo dos veces entró muy decidida
al gran salón empezó a bailar y a disfrutar de aquella fiesta como nunca lo había
hecho. Pero de repente la cogieron de la cintura, la dijeron una cosa al odio y
ella se dejo llevar, es decir, hizo caso y se fue con él. Pero Toda clase de
pieles no sabía quién era ese chico que la cogió y la dijo eso al oído. Salieron a los jardines y el príncipe se declaró
ante ella, Toda clase de pieles sin pensárselo aceptó la petición del príncipe Christian.
Pero Christian y nadie del reino sabía la verdadera identidad de ella. Finalmente
fueron muy felices y comieron perdices.
FIN